Cada vez que me enfrento con la lectura de Cortázar siento el desafío a mi inteligencia, a mi humor, y a mi capacidad de juego. Es un cóctel que mezcla el placer por la lectura, la vivencia de los sentidos y la inquietud que me produce descubrir la inestabilidad e inseguridad de todo lo que nos rodea. Realidad, tiempo, espacio, lenguaje; todo parece maleable, cambiante, inestable.

Irrumpe la sorpresa y el desconcierto en una vida monótona; entonces despierto de mi letargo y vuelvo a la vida...

sábado, 4 de julio de 2009

Leyendas Indígenas: Origen del Pilcomayo y el Bermejo

Cuenta la leyenda que cuando terminó la creación; Tupá; Dios de los guaraníes, confió a Guarán la administración del Gran Chaco, que se extendía mas allá de la selva. Y Guarán comenzó la gran tarea: cuidó de la fauna y de la flora, de la tierra, de los ríos y de los montes, y también gobernó sabiamente a su pueblo. Logró, de esta manera, una verdadera civilización.
Guarán, tuvo dos hijos: Tuvichavé, el mayor (impetuoso, nervioso y decidido), y Michiveva, el menor (mas reposado, tranquilo y pacífico). Antes de morir, Guarán les entregó a ellos el manejo de los asuntos del Gran Chaco. Fue entonces cuando comenzaron las peleas entre los dos hermanos: ambos tenían opiniones diferentes sobre cómo administrar las necesidades de la región.
Aprovechando la oportunidad, un día se les apareció el genio del mal, Añá, que les aconsejó que compitieran entre sí con destreza para resolver las cuestiones que los enfrentaban. Tuvichavé y Michiveva, cegados por sus diferencias, decidieron hacerle caso. Subieron a los cerros que bordeaban el Gran Chaco y para disputar su hegemonía sobre la región acordaron realizar diversas pruebas de destreza, de resistencia y habilidad, especialmente en el manejo de las flechas.
En una de esa pruebas, Michiveva lanzó una flecha contra el árbol que servía de blanco; Añá hizo de las suyas: la desvió y logró que penetrara exactamente en el corazón de Tuvichavé.
La sangre brotó a borbotones , con fuerza. Comenzó a bajar por los cerros, llegó hasta el Chaco, se internó en su territorio y formó un río de color rojo: el I-phytá (Bermejo).
Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, de las consecuencias de ese inútil enfrentamiento, Michiveva estalló en llanto. Y lloró tanto que sus lágrimas corrieron tras el río de sangre de su hermano: así se formó el Pilcomayo, siempre a la par del Bermejo.
El Gran Chaco quedó sin jefe, pero siguió prosperando bajo el cuidado de la naturaleza, enmarañado, impenetrable, surcado por el río de aguas rojas, nacido de la sangre del corazón de Tuvichavé.

(Extraído de "Leyendas Indígenas de la Argentina", (2005), Parodi Lautaro, Ediciones Libertador.