Cada vez que me enfrento con la lectura de Cortázar siento el desafío a mi inteligencia, a mi humor, y a mi capacidad de juego. Es un cóctel que mezcla el placer por la lectura, la vivencia de los sentidos y la inquietud que me produce descubrir la inestabilidad e inseguridad de todo lo que nos rodea. Realidad, tiempo, espacio, lenguaje; todo parece maleable, cambiante, inestable.

Irrumpe la sorpresa y el desconcierto en una vida monótona; entonces despierto de mi letargo y vuelvo a la vida...

miércoles, 16 de abril de 2014

TRAS LA PUERTA

No recordaba si alguna vez se había detenido a pensar sobre la importancia de las aberturas:  puertas que separan habitaciones o permiten el acceso a ellas. El caso es que ese día tenía que ser así:  algo iba a suceder para que Constanza se diera el tiempo  para esa reflexión.
Temprano, un sábado a las seis de la mañana se levantó. El día estaba nublado, como la mayoría de los días en el mes de Abril, teñidos de hojas amarillas y veredas húmedas. Luego de despertar a los chicos, salieron los tres de la casa con  premura para llegar a las 8 al centro de la ciudad. El colectivo demoraba en llegar, así que decidieron tomar el subte en la estación Congreso de Tucumán, por lo que estuvieron en destino antes de lo previsto, un cuarto de hora más temprano. 
Mientras caminaba repasaba en su mente todas las actividades que debía realizar ese día: dejar al más grande en el curso de ingreso, caminar unas cuatro cuadras, tomar el colectivo 95, bajar en la avenida Rivadavia, comprar lo necesario para desayunar, y luego podría,  si , tomarse un descanso hasta el mediodía, momento en que retomaría las actividades.
No había calculado, claro está, que el día iba a estar ventoso, con alguna llovizna leve, por lo que no tenía suficiente abrigo, solo una remera manga larga y una campera liviana. 
Esa situación influyó para anticipar el inesperado acontecimiento: sucesos imprevistos que irrumpen en la realidad rutinaria para darnos una bofetada y despertarnos de la inercia existencial.
Cuando abrieron las puertas de la institución dejó allí al joven y continuó caminando por la calle Marcelo T de Alvear hacia la parada del 95.
 Pensaba en el momento del encuentro, en las miradas, los besos y abrazos que venían postergando por las obligaciones semanales. Imaginaba instancias de planes, de paseos de la mano, de risas espontáneas, de latidos galopantes, de sentimientos intensos...Esa felicidad individual, gratuita e inventada que nos regalamos los seres humanos, que no se compra en los quioscos, que no compartimos, que escatimamos porque es privada y vergonzante.

Mientras sostenía la bolsa del supermercado, revolvía en la cartera buscando la llave del edificio. Abrió la puerta de rejas blancas que permitía el acceso desde la calle. Luego la segunda puerta de entrada al hall y más adelante la puerta del ascensor. Nunca había recapacitado sobre los obstáculos que se le interponían cada vez que tenía que atravesar ese laberinto para llegar hasta su amado. Como un Teseo en versión femenina subió por el ascensor dispuesta a alcanzar la gloria celestial atravesando todos los recovecos y portales. En la última puerta colocó las llaves. Se veía entre sus brazos, interrumpiéndole el sueño con un dulce despertar amoroso. Pero una dificultad impedía que la puerta de abriera. Volvió a colocar las llaves y giró, pero la cerradura no cedía. Comprobó el número de piso y de departamento, empujó la puerta con más fuerza, llamó por teléfono, golpeó y lo llamó a gritos sin resultados.
Sentía que se le aflojaban las piernas, que la traición le ganaba la batalla. Repentinamente las lágrimas afloraban y no podía comprender lo que pasaba. Pensó que debía ser inteligente para poder solucionar el imprevisto, que esperaría un rato allí,  porque seguro él regresaría, que habría salido a trabajar, que entraría y todo volvería a la normalidad. 
Actuó aconsejada por la perfidia ...  y entonces,  al asomarse a la cerradura observó otras llaves colocadas desde dentro y,  por una rendija, presenció  sombras, movimientos, murmullos,  cuerpos agazapados, mentiras y conspiraciones. Presa de la confusión y desesperación buscó la salida y corrió. En su afán de protección se inventó explicaciones que le amputaran el dolor, anestesió el corazón con culpas compartidas, se victimizó y crucificó por los pecados cometidos.